miércoles, 21 de marzo de 2012

Ad Infinitum


Ahora, cuando cierro los ojos a contemplar el infinito, te veo a tí. El inmeso espacio entre mis pupilas y la piel interior de mis párpados es invadido por tu imagen y semejanza. Te dibujo desnuda (como me gusta) y llego a tal punto de sentir tu cuerpo y su calor sobre el mío. Siento tu respiración, tu olor, ese negro imposible de tu pelo rozando mi frente, abres tu boca de luz y me besas. Te abrazo fuerte (ya te he dicho) como si quisiera fusionarme contigo, como queriendo formar un solo cuerpo, una carne, un solo ser. Miro tus ojos cansados, esos impenetrables mares castaños, veo como los entornas y busco inmediatamente tus labios para presenciar el milagro de tu sonrisa. Nada como ver tus labios semi-abiertos tratando de esconder tu dentadura imperfecta que guarda esa lengua cargada de gloria. No aguanto. Me acerco. Te beso. Me duermo. Despierto. Abro los ojos. Dejo atrás el infinito. Escribo.

Mario Doñé 
1 de Febrero del año 2012, 2:40 a.m.

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