lunes, 5 de abril de 2010

Sumar...no completar

Quien fue que dijo que cuando dos personas se quieren es porque uno tiene lo que el otro le falta? Quien conoce el final en una historia de amor? Cuando es suficiente? Estos ojos ya se abrieron, las lágrimas se secaron, el sol ya salió. Que me queda? Un simple desenlace que resumiré en una oración: el desenlace de esta historia no es más que un intercambio de pudor por miedo a mano armada. Una lujuria enardecida por el deseo de justificar maldades enfermas de una mente dañina.

Todos tenemos un mal concepto del amor. Es necesario reforzar todos nuestros vacios internos antes de enamorarnos. Generalmente nos enamoramos esperando, sin tener mucho para dar, y por eso somos lo suficientemente estúpidos para conformarnos con la oferta del otro. Nunca he oído a nadie decir "tengo tanto que ofrecer". Por lo general es más: “este es mi trofeo social”, esto es lo que tengo en este momento. Cuando el amor se ve de esa manera, se puede comparar a un burdo cambio de ropa interior. Cuando mi premio se ensucia o encuentro uno más bonito, inmediatamente estoy listo para cambiarlo. Ese es el concepto de amor complementario, amor del momento.

Este problema ha sido abordado infinitamente durante la historia de la humanidad. Actualmente lo que se ha decidido erróneamente ha sido olvidar todas aquellas historias de amor que eran contadas en los libros, actuar sin pensar, estar por distraer, volviendo siempre al amor que complementa, siempre con el mismo resultado: los momentos. Es necesario realizar la operación inversa a completar, dejar cualquier duda sin espacio, ser muy radical con el alma. Armemos un nuevo concepto de amor…el que suma.

Es esta la misma operación matemática que añade, que incrementa. El amor que suma vive la incoherencia pasional del tirano corazón. Admite y reconoce que dos personas eran completas antes de encontrarse, y que al andar, serán por la cantidad de virtudes vividas capaces de transcender en el tiempo. El amor que suma perdura. Es un amor capaz de luchar que persigue el elemento el elemento más abatido, pisoteado, pero paradójicamente más luchado y buscado por cualquier persona en cualquier nación del mundo: la libertad. Es un amor creyente de la verdad y la vive a plenitud.

De lo que hablo es de amores que aporten, que vivan, que sientan, que respeten, que no hieran. Que se valoren. El que se siente complementado es porque le faltaba algo, idolatra su otra mitad la nombra alma gemela y le cambia el nombre a su propia alma. El que se siente sumado, por su parte, llegó al amor completo, no necesita que le escriban encima de sus espacios en un blanco, no busca brillar en defectos, no crea… reinventa. El que suma no resta pero el que completa siempre faltará. Lo que está incompleto no sirve, lo que adiciona siempre será un resultado.

Si dibujamos por un momento un corazón de papel, , este se convierte en el adorno perfecto para cualquier ser amado, el toque ideal para cualquier regalo de amor. Justamente en la mitad, con las dos manos, rompamos el corazón en dos partes iguales. Nadie será capaz de encontrarle sentido, me atrevo a decir que no será visto en San Valentín. Puedo decir con seguridad que aun ese corazón se pegue, ningún artista será capaz de colocar los todos los diminutos fragmentos que se perdieron en el momento de la ruptura. Es muy fácil ir de lo positivo a lo negativo... La diferencia entre un súper héroe y un villano es un accidente de laboratorio. Pero es casi imposible recordar el antídoto de un antídoto. El camino de vuelta a lo que era.

Vamos a reinventar la felicidad. Inyectemos una dosis de playa, una síntesis de montaña, un poquito de caldo al alma para entender que la vida es muy corta para recuperar lo que la tormenta se llevó, lo que ya pasó, lo que ya no es. Para vivir en un constante dolor aferrados a una ilusión, jugando dominó con la verdad. Para vivir en dolor. Eduquemos nuestras almas. Que no haya chance para recordar el camino al arrepentimiento. Que se nos olvide mirar atrás.

El que complementa impone, el que suma acomoda. Valorar a quien se lo merece, amar a quien se deje. Vivir. Total, siempre habrá dos tipos de amores. Es asunto de no perder la cabeza. El que complementa acostumbra, el que suma acepta. El concepto de amor del que escribo no es un asunto de la primera persona, es de saber discernir lo que uno quiere primero, aferrarse a esa seguridad, cerrar los ojos y ser capaces de recordarla como un mantra. La carne, débil por naturaleza, siempre habrá que complementarla, saciarla, cocinarla. El alma, por su parte, se llena con resultados, con extractos de tiempo. Con recuerdos. Con reinventos de felicidad. Con la trascendencia tomada de la mano… con la magistral suma de la calma.

David Mella

5 de abril, 2010.

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