Como si no bastara con pensar en tí todos los dias, tuve que escuchar tu voz y esta necesidad de contarte y que me esuches, de que me cuentes y escucharte, arrecia.
Violento e inesperado, tu recuerdo detona, me destroza en la millonésima parte que me compone, vuelvo a tatuarte tras mis pupilas: Etérea, transparente, desnuda si no fuere por el negro de tu pelo.
Allí anidas y te rehusas a escapar...
Mario Doñé
27 de enero del 2012, 2:03 a.m.
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