miércoles, 1 de febrero de 2012

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"Tu cuerpo blanco como la luna de los sueños. Tus ojos abiertos sobre un enigma. Tus manos sabias. Bajo al fondo del mar y toco, justo antes de morir, una piedra redonda. La piedra me trae de regreso a la superficie. No trato de entender lo que ocurre, me tiendo sobre tu cuerpo y escucho lo que dicen los astros. Una voz trata de romper los espejismos pero ya no puede. Eres tanto así, tanto bella. Un regalo de la muerte. Mi cuerpo no lo puede creer, no creo en mi cuerpo. Mi cuerpo se opone como estúpida ciencia entre tú y yo. Tu cuerpo se deshace para dejarme entrar, mi cuerpo es duro como una ley, como un pacto de otros. Renuncio a mi cuerpo y me entrego al tuyo, renuncio a mi alma. Eres el hueco en mi corazón, la raya en mi pensamiento...

...Todo sin ti es desteñido y sólido, algo ya no está conmigo, el encanto murió y sólo quedan el insípido placer, la oquedad, el vicio. El deseo sigue intacto pero la atmósfera no fluye. Tenías una forma peculiar de iluminarme, un silencio con leves resonancias de estaciones llovidas, de hoteles a mitad del desierto... Y no se trata de mí sino de ti, de tu fatiga y ausencia en cualquier instante, algo que es nuestro secreto, algo frío y peligroso.

Tu cuerpo era mío cien años antes de pertenecerte, te salvé muchas veces en otras vidas, torcí tu corazón y nadie puede enderezarlo. Nada hice con secretas intenciones, no hubo dinero ni honores a cambio, no hubo pacto ni chantaje. Te entregaste a mí y te tomé con sumo cuidado. Estabas hecha de tal forma a mi naturaleza que nadie estará contigo sin tenerme un poco...

...Lo duro es pensar cómo se pierde el tesoro, cómo me devora el hastío. Soy el señor sexo, el señor muerte pronta, el señor amor, y eso no me ayuda a encontrarte, eso es algo más que pierdo contigo..." 

- Efraím Medina Reyes.